Aprendí a no llorar las despedidas, y a no tolerar cosas intolerables. Ahora entiendo que no se trata de dar todo, sino de sentirse feliz. No se puede reemplazar a las personas, pero no se puede vivir en el pasado, con el recuerdo de lo que fue, y de lo que podría haber sido y no paso. Entiendo que el egoísmo, en cierta medida, es saludable. Que si no recibo nada cuando lo doy todo, nunca voy a ser feliz ni sentirme completa. Que el que quiere venir, va a venir sin ser llamado. Que no se puede controlar todo, ni saberlo todo. Que la felicidad eterna se puede terminar en un segundo. Y sobre todo comprendí una frase que conozco hace años, el único que merezca tus lagrimas nunca te hará llorar.
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23/3/11
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